PALIMPSZESZT
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Hildegard MARTH
"... Sólo mirándolas del revés se ven bien las cosas de este mundo ..."


Augusto Roa Bastos nació el 13 de junio de 1917 en Asunción, Paraguay. Actualmente vive en Argentina. En 1959 aparece su primera novela, Hijo de hombre[1], símbolo de la crucifixión humana: "... como si el hombre sufriente y vejado fuera siempre y en todas partes el único fatalmente inmortal. Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido del hombre crucificado por el hombre. Porque de lo contrario sería el caso de pensar que la raza humana está maldita para siempre, que éste es el infierno y que no podemos esperar salvación."[2]

Sus protagonistas viven la vida cotidiana paraguaya, pero a la vez transitando libremente en el mundo de los mitos y leyendas, en el mundo de la ficción; esta libertad de "tránsito" crea el texto en el cual el protagonista verdadero es la PALABRA.

Quince años más tarde, en 1974, sale a la luz otra novela de Roa Bastos: Yo, el Supremo. La vida del dictador Dr. Francia, y el diálogo entre éste y su secretario Patiño, no pasan de ser un "pretexto" para enterarnos de sus reflexiones sobre el poder. Lo que nos muestra la novela es un camino, no una meta: la verdad, la "verdadera verdad" - tema que investiga el escritor en cada una de sus novelas - es algo que puede captarse solamente en el "presente" y que presupone el conocimiento del "pasado". HOMBRE - MEMORIA - PALABRA. El Hombre se pierde si pierde su Buena Memoria y su Buena Palabra - he aquí el secreto de las cosas, dirá el dictador.

Roa Bastos publica su tercera novela en 1992, año del quinto centenario del descubrimiento de América: Vigilia del Almirante. Los cuatro viajes descubridores de Cristóbal Colón también aquí no son más que el móvil que inducirá al lector a pensar sobre el significado y las consecuencias que trae consigo el encubrimiento, o también descubrimiento, del "verdadero rostro de las cosas"; bregando entre las trampas de la mentira, cómo llegar a ser auténticos o inauténticos en nuestras vidas vaciadas en palabras y escritura. Su novela es un palimpsesto tal que sólo en una lectura superior (de primer nivel) refiere la osada aventura de los cuatro viajes descubridores. Detrás de la ambigüedad oculta pero descifrable de las PALABRAS se abren un cúmulo de experiencias humanas nuevamente escritas.

En el análisis del capítulo XL, escogido entre los 53 de la novela, procuro seguir el camino que en el arte alegorizante de Roa Bastos conduce a la revelación del significado del "mazaré", el misterioso árbol que florece en sus raíces.

"Vigilia del Almirante", la "antigua" nueva novela de Augusto Roa Bastos, pudo llegar a manos del lector en 1992. La primera versión quedó lista ya en los años 40, y al empezar el éxodo del pueblo paraguayo, Roa Bastos encargó el manuscrito a Eva y Carlos Abente. La primera versión del manuscrito la guardaría finalmente el médico Carlos Federico, y luego el escritor la estaría retocando durante cuatro meses:

"... La polémica encendida en torno al V Centenario de la empresa descubridora, que a todos nos concierne, me animó a tomar parte en ella de la única manera en que puedo hacerlo: en mi condición y dentro de mis limitaciones de escritor, de hombre común y corriente, de latinoamericano de 'dos mundos' ..." (pág. 377)

Los "protagonistas" aparentes de la obra son Cristóbal Colón y el "Piloto", el marino desconocido que le sigue como su propia sombra y que en realidad siempre va delante de él: años antes del gran viaje de Colón ya había estado en la isla de Guanahaní y - según la tradición oral y el Inca Garcilaso de la Vega - antes de morir le había contado al futuro Almirante cómo llegar hasta allá.

El hecho de compartir el "secreto" no fue retribuido con bienes, ni siquiera con el recuerdo de su nombre.

Colón desembarcó en Guanahaní el 13 de octubre de 1492; "descubría" un continente en tanto "encubría" la "realidad" de la cual no decían nada los documentos de entonces, pero cuya realidad vivía entre la gente del pueblo.

En vez de los "aparentes" protagonistas (Colón y el Piloto) los "verdaderos" personajes son las propias PALABRAS. De los 53 capítulos de la obra, mediante el flujo más y más matizado de los signos/símbolos, va tomando forma como parte del "mensaje" el reconocimiento de que la tradición oral y la investigación histórica -no obstante sus resultados muchas veces contrapuestos - son ineludiblemente dos modos de aproximación de la misma "verdadera realidad". ("... son dos caminos diferentes, dos maneras distintas de concebir el mundo y expresarlo..." - Cap.VIII, pág. 65) En "Vigilia del Almirante" - igual que en "Yo, el Supremo" - cobra un rol acentuado la responsabilidad de la Palabra escrita. No llega a decirlo, pero sin embargo advierte sobre la eventual posibilidad de rectificarse, cuyo éxito dependerá de la elección de una forma de conducta "descubridora" o acaso "encubridora" de la verdad.

El otro pilar del "mensaje del escritor", además del énfasis de la responsabilidad de las "palabras", es el relieve del CAMINO que a ella conduce, lo que en las obras de Roa Bastos se considera siempre más digno que la meta. El "camino" en el primer nivel de lectura de la obra viene a ser el mundo de reflexiones características de la "pasión" humana que nunca pierde de vista las RAÍCES, es decir, el PASADO, mundo frente al cual la presentación de los cuatro viajes descubridores no es sino simple oportunidad que se presenta. Escudriñando "nuestras raíces" arribamos al mundo de los mitos (segundo nivel de lectura), donde todavía existía la afinidad en posesión de la cual el hombre podía sentirse parte del cosmos; este segundo nivel de interpretación orienta nuestra atención al tercer nivel de lectura, el nivel más profundo, de la obra, cuya presentación pretendo exponer en este estudio.

Al comienzo de la "novela", el lector queda perplejo ante esa tormenta de acontecimientos tales como los cuatro viajes, siete naufragios, numerosas memorias y fragmentos de cartas, citas del "Diario" de las "Profecías", descripciones tomadas de los clásicos antiguos y de viajeros anteriores, diálogos con historiadores el siglo XX, anotaciones geométricas, cuestiones sobre la navegación en el siglo XV, bulas y acuerdos de la época.

Lo multifacético de los 53 capítulos de la obra y el hecho de que cada uno de los capítulos puedan interpretarse también por separado (el tema del Cap. V es la historia del ajedrez, la cábala en el Cap. XVIII, el Cap. XXII trata de las novelas de caballería, el Cap. XXV sobre El Quijote, etc.), plantea el problema de la determinación del género.

Al lector le da la impresión de que el Escritor vuelve a incursionar hasta los comienzos del género novelístico, llegando casi a citar a Cariton o a Heliodoro, analizando el espectro de las creaciones que se escriben en prosa, y presentando en sus capítulos su rica escala de colores, o sea que recorre todo el círculo de la formación de la novela, tocando los puntos iniciales para constituir la partitura textual polifónica que, remedando a M. Bahtyin, llamamos novela polifónica.

"... Este es el relato de la ficción impura, o mixta, oscilante entre la realidad de la fábula y la fábula de la historia. Su visión y cosmovisión son las de un mestizo de dos mundos, de dos historias que se contradicen y se niegan..." - escribe Roa Bastos en el prólogo.

Según la definición del escritor, no cabe sino pensar en el "relato" que constituye la totalidad del discurso del escritor de Genette, en tanto contiene a la vez los acontecimientos completamente ficticios y los ficticios sólo en parte. En esta concepción "Vigilia..." se ubica en el límite entre la novela y el "informe" auténtico. Esta "postura en el límite" está refrendada por la contradicción de "dos mundos" en recíproca tensión y por las dos "historias" de ambos mundos. (Por consideraciones de extensión, el presente trabajo no ha podido realizar un análisis narratológico que cubriera las 400 páginas de la novela; por eso el estudio comprende nada más que un sólo capítulo. La elección recayó obligadamente en el Cap. XL, dado que allí se cumple el "mensaje del escritor", en sus tres niveles interpretativos.)

Aplicando la terminología de Genette, entiendo por HISTORIA el "contenido" narrado, y por NARRACIÓN el proceso durante el cual la "historia" como "objeto" observa un cambio que es prácticamente la única piedra de toque del trabajo de creación.

El lector puede captar la "historia" y la "narración" únicamente a través de la totalidad del antes mencionado "discurso del escritor" ("RELATO"). De los niveles de "historia" - "relato" - "narración" deviene ese nivel único que Genette llama "discurso narrativo". En este nivel es estrecha la relación con la "historia" narrada, y también con el "discurso" que de "lo narrado" crea la "narración".

Las primeras páginas del estudio - a falta del texto original - buscan revivir esa serie de acontecimientos (HISTORIA) del primer día que Colón pasó en Guanahaní tal como se nos refiere (RELATO) en el Cap. XL. Como mi objetivo es encontrar el "verdadero" significado del "Árbol de mazaré", lo más conveniente parecía ser recoger los mitemas relativos al "Árbol", lo que, por supuesto, se extiende al texto íntegro de la novela.



* * *

Colón, quien navega "en el límite" entre la Edad Media y el Renacimiento, reposa en el camastro de su habitación de Valladolid llegado irremediablemente a la "vígilia" de su quinto viaje. La ambición alimentada en el deseo y la voluntad tras el oro y el título de "almirante perpetuo" que le habrían abierto la posibilidad de escapar de la fila de los "don nadie", de pronto parece perder sentido según leemos en el Cap. XL de la novela. Toda la vida Colón se había visto a sí en el "futuro", y de este "futuro" ahora - 19 de mayo de 1506 - lo corta el "presente", y todo se hace "pretérito". El "presente" del instante que provoca la "comunicación de la historia" así, de modo compresible, enrumba hacia el "pretérito" (y en ello hace excepción en una sola oración). El recuento de las "memorias" que evocan los acontecimientos de 14 años antes hace ver la totalidad del mundo desde una sola óptica: como pasado y como futuro:

"... Sólo mirándolas del revés se ven bien las cosas de este mundo... Sólo avanzando hacia atrás se puede llegar al futuro... (pág. 17)

La "historia de cajón" del Cap. XL alude a la madrugada del día cuando Colón y su tripulación desembarcan en Guanahaní (HISTORIA). Todo lo que "además" puede leerse en el "relato" es la coexistencia de la "realidad" y la "ficción", la que con los "signos" de los 39 capítulos precedentes crea su propio sistema de símbolos, o su alegoría. Si logramos descubrir el verdadero "significado" de estos "signos" resultará inútil separar la "realidad de la fábula" de la "fábula de la historia" que se señalan en el prólogo del escritor.



* * *

RELATO: ... Con las velas nos deslizábamos como sobre un espejo - recuerda Colón. Las palabras en primera persona y los sentimientos contenidos en el Diario le resultan aun más auténticos al lector en el entorno lingüístico de la época:

"... Cognoscí al primer golpe de vista que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe por amor que no por fuerça.

Sentí que estaba viviendo las mismas imágenes y escenas que el Piloto me refirió haber contemplado en el espejo incrustado en el cerebro del pájaro. ..." (Pág. 294)

Colón es el primero en subir al batel con la bandera real, luego le siguen sus capitanes. Puesto el pie en tierra hace llamar al notario real Rodríguez de Escobedo y a Rodrigo Sánchez de Segovia para que atestigüen también oficialmente la toma de posesión de la isla.

"... Mandé cortar un árbol de mazaré y labrar con él una cruz... El árbol boca abajo, convertido en Cruz cristiana fue plantado como marca y señal del sitio donde se levantará la Casa Fuerte. Las raíces frondosas, que florescen bajo tierra, luzían ahora a maravilla contra el cielo. ... yo mismo eché las primeras paletadas desa tierra recén descubierta en el hoyo profundo cavado..." (Pág. 294)

"Las banderas reales adornadas con el emblema de Cristo" ondeaban en lo alto entre las flores moradas y esa fragancia embalsamaba el entorno "... en ese acto irrepetible y único en la historia del mundo. ..." (Pág. 294)

La espada de almirante de Colón golpeó tres veces la Cruz fundadora, mientras se escuchaba el estentóreo ¡SALVE! "de los grandes acontecimientos". Con esta escena - apunta Colón - evocó los instantes cuando la Pareja Real le armara caballero y le concedieran de antemano los títulos "perpetuos" del Nuevo Mundo. [A esta altura de la narración el tiempo que refiere al pasado se interrumpe repentinamente y el "presente" insertado de golpe inmoviliza todas las enseñanzas de los 14 años pasados; el "silencio" es la recapitulación de un hombre embaucado, que se prepara a morir]: "... Estoy aguardando todavía esas constancias sin esperanzaº de que los pergaminos se añejen y ganen como el vino en sabor... a menos que essos títulos se me otorguen a título póstumo y no ya en calidad de perpetuos sino eternos..." (Pág. 295)

[Regresa a la narración el "pasado" y por el peso del recuerdo se inserta de tal manera en el "presente" que a través de sus vivencias personales relativas al árbol de "mazaré" transportan al "futuro" creando así el cuadro de un tiempo homogéneo]: "... Mis tres golpes de espada, cargada con aquel recuerdo, presente siempre en mi ánima con el peso de un mal pensamiento... La reacción airada del árbol ante esa herida gratuita rebotó en el metal de la espada... " (Pág. 295)

Cuando la hoja se parte y "golpea" al almirante caerá por unos instantes perdido el sentido. Sus acompañantes -si acaso repararon en ello - creerían que la emoción le había causado la muerte allí al pie del Árbol del Descubrimiento.

Mientras duraba la ceremonia, Colón esperaba que de la "herida" por él abierta brotara sangre; pero en vez de "sangre" la "herida" "trasudó" "leche" espesa, que como brillantes perlas rodaron cayendo en la tierra recién cavada. Buscaban tal vez las "raíces en flor", mas aquellas ya habían "ascendido a lo alto" - recuerda Colón.

Levantaron un altar rústico donde Fray Buril y Fray Ramón cocelebraron la misa. "... Todo se fizo y se fizo bien. Todo sucedió en regla, salvo lo que ocurrió en la misa." (Pág. 296)

Lo arriba descrito viene a ser la "mímesis" aristotélica, o en la terminología de Genette, el "RELATO"; en todo caso la intención era evocar la "materia prima" ("significado) del Cap. 40 de la novela de manera que destacando la tipografía advirtieran al mismo tiempo sobre las unidades menores en las que habrá de apoyarse posteriormente el análisis. Por las características del capítulo, acaso parecería buen método para captar el "mensaje" la separación y explicación de los "mitemas".

I. (Piloto y el ave sagrada) La primera de estas "unidades" del "RELATO" es la comprensión del paralelismo emocional entre la evocación del Piloto y el espejo incrustado en el cerebro del pájaro y la llegada de Colón. En el Cap. XXXI de la novela surge por primera vez - también como reminiscencia - la evocación de la escena del Piloto agonizante: en la isla donde vivía el Piloto, los delegados del "reyezuelo" le llevan un pájaro; lo despluman con una piedra cortante, le abren la cabeza y le piden al Piloto poner el ojo en la cabeza del ave; en la parte del cerebro del pájaro había un "espejo ovalado". El Piloto vería allí primero las estrellas; a una pregunta suya los aborígenes le respondieron que era el yvaga-rata, es decir, el "fuego-del-cielo". Al desaparecer las estrellas, "... el Piloto vio reflejada en una turbia lejanía la turbamulta de muchos hombres vestidos de hierro que parecían bajar del cielo pero que en realidad desembarcaban de grandes galeones... " (Pág. 244) Las imágenes se borran, los delegados entierran en la arena las plumas y sin decir palabra se marchan. El espejo evocó el futuro ubicándolo en el presente del Piloto, lo que al "momento de la llegada" de Colón ya se catalogará como pasado. ["... Lo que no sabe el Almirante es que precisamente Yucahuguamá profetizó la llegada de los hombres blancos vestidos y barbados, venidos del cielo. Lo sabrá después, pero ya será tarde..."] (Cap. XXXI, pág. 243) - señala el narrador que está por encima de todo ("narrador omnisciente").

El "ave sagrada", cuyo nombre es "fuego-del-cielo" y el mito de Yucahuguamá, y además, la verdad siempre callada, o sea, "encubierta", por Colón (de tener en su poder la Carta de Toscanelli, en que podía verse un triángulo que simbolizaba a Yucahuguamá) comunican al lector señales de valor informativo. Su significado es doble: la alegría de la llegada y, por las cosas oídas, el presentimiento siniestro.

II. (Árbol de mazaré) Además del Cap. XL, también en otras partes de la novela figura la imagen del "árbol de mazaré", y aparece como si el propio Colón considerara natural su existencia y así ni siquiera mereciera explicación. Su mención en la novela siempre viene con un presentimiento especial, no cotidiano, o como en este capítulo insertado en un acontecimiento especial. (Puede parecer impertinencia que el lector indague por la planta, pero es un hecho que el autor no lo menciona ni en el "Diario" conservado en el trabajo de De las Casas ni en el multifacético estudio de Manzano y Manzano; pero tampoco figura en ninguna obra que trata sobre la flora y fauna de la época del descubrimiento. Por lo tanto, el escritor lo insertó en el texto intencionadamente, y en tal caso entonces vale la pena volver a su primera "aparición".)

El Árbol - aún sin especificarlo - aparece por primera vez en el Cap. IV titulado "Frontera": Colón y su hijo el niño Diego llegan en efecto a la "frontera". La recepción de La Rábida fue un momento decisivo entre la vida y la muerte, entre el éxito o la aniquilación total. El hambriento Diego tiene un sueño:

"...Contempló un paisaje nunca visto donde la luna brillaba sobre siete árboles y el sol de un extraño día brillaba desde el fondo de la tierra iluminando las raíces de esos mismos árboles. Y eran esas raíces las que florecían en racimos de flores subterráneas. ..." (Pág. 43)

El sueño prosigue allí mismo: siete ratones blancos y siete negros atacan las raíces y a la voz crujiente de los árboles le sigue el quejido de la tierra abierta:

"... Se quebró la tierra. Oyó los quejidos de la madera. Se tapó los oídos. Antes de ver caer a los árboles del sueño..." (Pág. 43)

De aceptar que los "siete árboles" simbolicen los primeros "siete días" de la creación, nosotros los hombres seríamos tal vez los "ratones" que - como los ratones que atentan también contra la barca de Noé - con nuestra ignominia buscamos destruir las RAÍCES vivas que florecen hasta "lo último-último-primero".

Sólo los "inocentes" pueden ver la maravilla - " ... En la vigilia de los inocentes éstos ven el principio de lo último-último-primero ... - /Pág. 43/ - , por eso no entiende Colón ni la advertencia "¡Bien haiga el ano de las vacas flacas!..." (Pág. 42), ni las SEÑALES que ve el hijo en su sueño.

Los conceptos "el sol de un extraño día" y lo "último-último-primero" le recuerdan al lector el Génesis guaraní:

"... Ñamandú, el Padre-Último-Último-Primero forma con las tinieblas primigenias su cuerpo y los atributos de su divinidad... El Sol aún no existía, pero Ñamandú hizo que le sirviese de Sol la sabiduría contenida dentro de su propia divinidad. Este es el primer acto de creación que se relata en el Génesis guaraní. Por eso Ñamandú es el primer padre, pero dos veces último porque rodea con su cuerpo la infinitud del tiempo y del espacio."... (Tentación de la Utopía: las misiones jesuíticas del Paraguay. Barcelona, Tusquets: Círculo. Cop. 1991. 216 págs., pág. 25)

III. (Paraíso Terrenal) Durante varios capítulos el Árbol aparentemente no tiene ningún papel, pero desde el Cap. III vive implícitamente en todos los sueños y visiones sobre el Paraíso Terrenal. El Paraíso Terrenal como imagen onírica y como inasible realidad existente siempre le ha dado que pensar al hombre desde la antigüedad hasta toda la Edad Media; se comprende pues que el tema en su conjunto abarque gran extensión en el texto de una novela que en todos sus detalles conserva una atmósfera medieval.

El Colón de la novela está cada vez más seguro de que respetando las pautas del Piloto sería el primero en descubrir el Edén.

"... Todos los santos teólogos, desde San Isidro y Beda a San Ambrosio y Scoto, conciertan que el Paraíso Terrenal está situado en el Oriente, en el lugar exacto donde he de ir a encontrarlo... En ese Jardín del Edén, inagotable como la Providencia de Dios Nuestro Señor... todos tendrían su nutrición inagotable..." (Cap. XVI, pág. 132)

Muchos años después, en este Paraíso Terrenal Colón se ve a sí mismo y en su atormentada mente tendrá nuevas visiones: se ve paseando con su adorada Simonetta, hace tiempo fallecida, y con Ludovico, su hijo nacido muerto, quien milagrosamente había crecido en su muerte. Simonetta en vano le advierte con la sensatez de sus palabras sobre los peligros del mar (Cap. XXI). Colón no descifra las SEÑALES que le llegan ora con el sueño de Diego, ora con las palabras de Simonetta; lo mismo ocurre con la visión del Piloto, de la cual capta sólo que las Once Mil Vírgenes custodian con mil arrecifes las maravillas del Primer Jardín, y debe esperar la salida del sol porque las "vírgenes" son implacables. Pero él quiere con todas sus fuerzas alcanzar las tierras donde "Nuestro Señor ha plantado el Árbol de la Vida", porque allí espera hacer suyos también el oro y por tanto los títulos. Sin embargo, cuando en su barca a la deriva vive el pavor del Diluvio hasta por segunda vez y su mano toca el hierro del palo del timón que recuerda los rayos del sol le ataca oscuro presentimiento y siente que desde dentro tinieblas cada vez más oscuras se van apoderando de él. (Cap. XXVI, pág. 272)

El capítulo "Ganancias y pérdidas" (XXXVIII) describe el tercer amanecer de Colón pidiéndole tres días más a la tripulación rebelde. Las apaciguadas olas del Mar de los Sargazos arrastran como un símbolo de los malogrados sueños del hombre hacia el velero el cadáver de una joven nativa que creyeron sirena. El espectáculo, o quizá la cadena de oro de la muchacha, conmueve también a Colón. El "presente" de ese "Siento un pequeño frío" y el recuerdo de la "almadia" que se mece solitaria propician la serie de reflexiones en cuyo centro se encuentra el Árbol nombrado por primera vez como ÁRBOL DE MAZARÉ. Quien lo describe con mano segura será el "narrador" que todo lo abarca y lo conoce ("narrador omnisciente"), quien asume el rol de juez del mundo, quien está en todas partes, aunque sin asumir jamás ningún papel:

"... Las raíces de esta rara especie son las que florecen bajo tierra, mientras que el tronco de dos brazos de diámetro con cartílagos en vez de ramas sube recto y pelado hacia el cielo como una torre. En la base del árbol se forman toberas por donde las flores subterráneas respiran y emiten sus efluvios. Su madera es dura y liviana como un extraño metal.

He mandado izar la almadia al costado de la nave como reliquia del primer encuentro entre dos mundos. Es una lástima que el gaviero no haya encontrado viva a la amazona para traerla captiva y convertirla en nuestra lenguaraz..." (Pág. 284)

El "Árbol de mazaré", cuyo tronco pelado se eleva en lo alto terminando en una horqueta también sin follaje, es lo que la iconografía conoce como tornadera, es decir, recuerda a la CRUZ DE LADRÓN que a menudo se ve en las comarcas medievales afectadas por la peste. Sin embargo, ESTE ÁRBOL VIVE, porque sus RAÍCES de abundantes flores lo mantienen con vida con su incesante IRRADIACIÓN.

Juntando los mitemas referentes al "árbol de mazaré" aparece ante nosotros la imagen de un árbol singular que no tiene sino raíces y tronco. Su fronda floreciente pertenece a su raíz, y su vida y su belleza las gana de la luz del Sol que alumbra desde las profundidades de la Tierra. Si a lo dicho añadimos las creencias de los mitos guaraníes, según los cuales de las semillas del árbol sagrado "ygary" nació toda la vegetación del planeta "después de la destrucción de la tierra. Es así que se lo tiene por una especie de ´madre de todos los árboles´" (Pág. 13) (Mitos y leyendas guaraníes. Madrid, Zero, D.L. 1986. Pág. 136) y si sabemos que con esta madera construirían incluso barcas, podemos dar por seguro entonces que este árbol figura en la novela con una intención decidida por parte del escritor.

Al parecer, el Arbor vitae de Roa Bastos no busca expresar claramente la triplicidad vertical del tiempo. La tradicional correspondencia entre pasado-presente-futuro y raíz-tronco-fronda la hace ver a través de la mentalidad de los pueblos naturales, quienes - dominados por el culto a la vegetación - intuyen su vida simultáneamente en dos planos: en el de la existencia humana (tronco) y en de la existencia sobrehumana (raíces, flores). El texto reunido constituye un signo completo. En un texto donde los pájaros "vuelan de regreso", el tiempo tiene como adjetivo lo "esférico", el inminente presente y el futuro representan temporalmente el mismo valor que el "pasado" (" ... siento que todo lo que me a pasar ya ha pasado. ..." "... El pasado también para mí es futuro..." Págs. 230-231), allí los "tiempos" en obligada convivencia aseguran simplemente la VIDA, y su eterno girar completa el carácter cíclico del cosmos. La vida de la horqueta que parece una CRUZ proviene de la emanación de la "nutrición inagotable".

Mas ¿puede existir el "futuro" sin "pasado", y podrá vivir el ÁRBOL si le arrancan las raíces?

En el Cap. XL el lector, cediendo a su natural intuición lingüística, no puede concebir el texto sino como una única unidad lingüística, incluso tomándolo en su sentido semiótico, y valiéndose de las posibilidades que ofrece la polisemia de las palabras puede descubrir el segundo y hasta el tercer nivel semántico.

El "árbol de mazaré" que figura en los capítulos IV y XXXVIII aparecerá en el Cap. XL " ... convertido en Cruz cristiana..." de manera tan predestinada como también Colón en la tierra de la Inquisición deviene no en evangelizado sino en "converso". Es la única metáfora condensada en una sola palabra, que si bien bajo otra forma no obstante llena todo el capítulo. El "árbol de mazaré", del que nace el símbolo fundamental de la fe cristiana, la CRUZ anunciadora de la crucifixión de Cristo y del triunfo sobre el pecado y la muerte, se eleva allí sobre la COLINA/en el monte del Gólgota (" ... en la cima de la colina que domina la ensenada - Pág. 294); todo ello sucede durante "ese acto irrepetible y único en la historia del mundo..." (Pág. 294) En este punto del "discurso" vemos a Colón alterar inocentemente las limitaciones del "espacio-tiempo"; empero para él el "acto" significa el término de la empresa que toca su fin el 13 de octubre de 1942, ese acto solemne que antes de él jamás lo realizara nadie. El conocimiento de los antecedentes y la Cruz plantada en la cima, en este capítulo, sugiere con esta mediaque saludaron cada oración la suposición de un símbolo del acto irrepetible en el tercer nivel semántico que alude al sacrificio consumado in illo tempore, creando así la sensación de un decurso "santificado". Donde se apaga una vida, debe también enterrarse. En el hoyo abierto para plantar el árbol, Colón hincándose de rodillas echa las primeras paletadas; el otro sentido de la expresión "primeras paletadas" molesta incluso la solemnidad de esta denotativa descripción: Colón acaso arbitrariamente hincado de rodillas echó los primeros terrones en la fosa. Nos encontramos frente a los funerales de la vida de un continente, todo esto nada más que en una sola oración.

La "ceremonia de entierro" y la vivencia temporal "sagrada" son seguidas por una "ceremonia ruidosa":

"... Mi espada de almirante empuñada con mano firme, golpeó por tres veces la Cruz fundadora en medio del coro de las tripulaciones que saludaron cada golpe con el ¡SALVE! de los grandes acontecimientos. ..." (Pág. 295)

Destacando el SALVE y ordenando las palabras claves de la oración de manera singular, Roa Bastos crea aquí la posibilidad de poder elegir por separado los niveles semánticos:

El sentido de la oración resulta claro entre los marcos de la "fábula de la realidad": la tripulación que empieza cada día con el "salve, regina" con la alegría eufórica del arribo celebra desenfrenadamente el poder que significa el título de almirante acabado de ganar. (Nivel 1)

Aquí la fuerza mágica de la palabra se presenta en la libre elección entre el latino "salvere" y el español "salvar". ?Cuál es la "verdadera realidad" en la "estructura profunda" de la oración? - preguntaríamos.

En la interpretación de "Salve" el lector se encuentra solo, no le ayudan ni el "narrador omnisciente" ni el escritor, aunque solamente después de esto puede interpretarse correctamente los signos del "relato". Tomando como base el texto íntegro de la novela por primera vez advierte el lector que ninguna "historia" puede relatarse, pero queda una PALABRA para significar lo inrelatable.

Ante la "Cruz fundadora" plantada en la cima suena un verbo cuyo imperativo - tácito en el texto - trae consigo esa atmósfera propia, por una parte del "Crucifige Eum" y, por otra, del "Salve nos Christe redemptor". (Nivel 2) (Si buscáramos el equivalente de la oración en las artes plásticas, habría que pensar en el "Ecce Homo" de Bosch.)

Todas las oraciones de un único texto componen simultáneamente dos discursos: uno que leemos y otro que creamos en nosotros. En la sucesión ininterrumpida de los pecados cometidos ("... mis tres golpes... castigaron el palo..."), la conciencia de culpa ("... con el peso de un mal pensamiento...") y el arrepentimiento subsiguiente ("... sin yo quererlo...") puede revivirse la experiencia "sagrada" del espacio-tiempo.

La muerte del ÁRBOL DE MAZARÉ en este punto del "discurso" representa la alegoría de la muerte de nuestra existencia cósmica, de la Cruz y con ello la muerte de un continente. (Nivel 3)

En la "CRUZ fundadora" labrada en el "árbol de mazaré" se abre nuevamente una HERIDA: "... Mis tres golpes de espada... que dejaron una ferida profunda en su madera duríssima y violácea. La reacción airada del árbol ante esa herida gratuita rebotó en el metal de la espada. ..."

Las dos últimas expresiones adjetivadas sugieren en el lector que el almirante en realidad no estuvo frente al árbol, sino ante Alguien a quien ofende dura e irremediablemente, y ese Alguien se enfurece y luego le castiga:

"... Al quebrarse la hoja su pomo me golpeó rudamente el pecho y me tumbó de espaldas contra el montículo de tierra donde quedé algunos instantes sin sentido, que algunos creyeron que la emoción me había matado al pie mismo del Árbol del Descubrimiento."

(Para la interpretación semántica de la oración procedo de manera similar a lo arriba expuesto, es decir, parto de las acepciones que ofrece la PALABRA.)

Según una lectura denotativa, el fruto parecido a una manzana que despide el árbol por la fuerza del golpe tira a Colón al pie del Árbol del Descubrimiento. Con una lectura connotativa, la repentina pérdida de conciencia del almirante es provocada por la espada partida, símbolo del poder terrenal.

La gravitación verdadera de la oración se encuentra esta vez en la metamorfosis que sufre el Árbol del Descubrimiento aquí imperceptible para el contemplador externo: el "descubrimiento" que pasa por alto el "encubrimiento" es en realidad un reconocimiento. En el silencio de pronto presentado en el relato y prácticamente hasta medible para Colón la cima de la colina ya no es el escenario de la celebración; la inconsciencia lleva los signos incesantemente, y los signos cobran su significado ya también para él: el espacio se ha santificado y hace que se detenga el tiempo profano, pero ofreciendo en su lugar una dimensión más ya de sentido cósmico:

"... miraba esa herida pensando que iba a manar sangre della. No salió sangre pero la madera trasudó una leche blanquísima y espesa, que fue maravilla verla derramarse en gotas gruesas como perlas. Rodaban sin mancharse sobre la tierra recién removida hasta meterse en el hoyo. Vuscaban tal vez las raíces en flor ..."

De la HERIDA ya no puede brotar SANGRE, porque el "sacrificio de la sangre" ha ocurrido in illo tempore.

Aunque los símbolos principales del "arma Christi" - con excepción de los "clavos" se encuentran todos en el Cap. XL (CRUZ - "árbol de mazaré"; la LANZA de Longinus - espada; ESTIGMAS - herida; LATIGUEAR - golpeó ...; CLAVOS - "con los clavos de otros nos crucificamos a nosotros mismos" ... (Cap. VI, pág. 55) - sin embargo no cabe duda de que aquí no estamos siendo testigos de la historia de la pasión de Jesús, sino que a la sombra de Su pasión se formula la PASIÓN DEL HOMBRE condensada en una única vida.

" ... Todo hombre era Dios en el camino de la purificación, y el Dios - o los muchos dioses de aquella teogonía - era el primer hombre y también el último ..." - confiesa Roa Bastos en una entrevista concedida en 1985. (El País, 1 de julio de 1985)

Si la cadena de pecados siempre recurrentes se detiene por un momento gracias al arrepentimiento, tras ello podrá sentirse el amor indulgente y la esmerada solicitud.

El "mensaje" alcanza su significado cabal en la segunda oración citada del Cap. XL. En la oración, fuera de las palabras de sentido simbólico "conocidas" ya por lo dicho anteriormente, se suman otras tres: "leche" - "derramarse" - "perlas".

Basta con leer la interpretación semántica conforme con los tres niveles para que salgan a la superficie nuevas correlaciones relativas al MENSAJE y al modo de la redacción:

1. Partiendo de la multifacética y fragmentaria verdad de todos los días, a través de los mitos nos acercamos a la totalidad cósmica, y como en el caso de las catedrales góticas conforme la contemplamos crece en altura, así la estructura nos parece más celestial, y su "mensaje" cada vez más gravitante. La articulación vertical es plástica; tenemos nuevamente ante nosotros el "ARBOR VITAE" con sus tres partes "acostumbradas". Aquí, fijándonos nada más que en el contenido semántico podemos decir:

2. que respetando el "camino" el Nivel 2 de la interpretación deja la ESPERANZA en cuanto a que el espléndido "ÁRBOL DE MAZARÉ" de un continente - convertido en cruz - tampoco puede secarse definitivamente, pues las gotas que dan la vida llegan al suelo, lo humedecen y aparecen nuevas flores. Corrobora lo dicho el mensaje del tercer nivel semántico que condensa todas las interpretaciones hasta el momento señaladas: junto al hombre que vive en el circuito de los pecados - "latigazos" - siempre recurrentes aparece como respuesta el eterno AMOR de la indulgencia del Creador que nutre y mantiene con vida.

3. Y mientras hemos llegado hasta este punto en la lectura, toma forma clara la imagen según la cual trátese del Árbol de Mazaré o de la Lignum Vitae ambos "están iluminados por el sol de ese mismo día", porque "sus raíces" - incluso no obstante sus diferentes colores - son comunes en el sentido cósmico. Esta última deducción la sugiere la metamorfosis del árbol que se observa en los capítulos IV, XXXVIII y XL: "Árbol"/"Árbol de mazaré" ( ..... y Cap. 38) >> "Cruz" (Cap. 40) >> "Cruz cristiana" >> "Cruz fundadora" >> "Árbol del Descubrimiento". Las cinco denominaciones diferentes podrían señalar incluso los hitos del camino recorrible entre los marcos humanos. Sus fronteras : nacimiento y muerte, viaje desde lo cotidiano a través de lo mítico hasta el cosmos; su meta el RECONOCIMIENTO. La promesa del camino hacia la experiencia de la "plenitud" se escucha ya en el primer capítulo cuando Colón mira el vuelo de los pájaros que regresan: "... A veces el arco se descompone en dos rayas oscuras formando el número siete como un rasgón en la sombra del tiempo ..." (Pág. 15)

Este "rasgón" en la "sombra del tiempo" del primer capítulo puede despertar en Colón incluso la esperanza de un tiempo más favorable en medio del irremediablemente tempestuoso Mar Tenebroso; mirando "de regreso" a partir del Cap. XL y en posesión de las señales elaboradas, para nosotros significa la perspectiva que se abre de repente a lo infinito, y promete la vivencia instantánea de la plenitud de la existencia cósmica; su explicación ha de buscarse en la explicación simbólica del número 7. Esta promesa se cumple en el Cap. XL; hasta aquí el camino, tanto para Colón como para el lector, está lleno de trampas por la reiterada superposición de datos y acontecimientos "verdaderos" y "ficticios". Estas "trampas" tipo Roa Bastos, que las preparamos para nosotros mismos y para los demás, proceden del "encubrimiento" de la "verdadera realidad". Todos caemos víctimas de estas "trampas": Colón en el mar y en la corte real, los nativos en el paraíso perdido, y nosotros "los demás" también que vivimos nuestra pasión personal entre los marcos del espacio-tiempo. Estos intencionados "silencios" son los "pecados" con los cuales a lo largo de la vida vamos labrando nuestra propia cruz hasta que nos crucifiquemos con los clavos de otros: "... ¿Por qué habéis alimentado en mí esta vocación de ser crucificado sobre el madero de mis errores con vuestros propios clavos?..." (Cap. VI, pág. 55)

En ninguna de las declaraciones del escritor y "narrador omnisapiente" de "Vigilia" tampoco hay lugar para el Dios con mayúsculas, sin embargo concentra el foco de atención en los mitemas relativos al "Último-Último-Primero", como los pedazos de vidrio que adornan a las nativas concentran los rayos del sol que finalmente encenderán el altar del sacrificio. (¿Será esta la "verdadera realidad" que Roa Bastos investiga en todas sus obras?) Cada una de las señales del "Árbol de mazaré" representa también en su fragmentariedad la plenitud, de la misma manera como nuestra finita existencia humana es una "pieza" insustituible del cosmos, y una reverberación desfalleciente del destino de Jesús.

El capítulo XL de la novela nos permite echarle un vistazo a esta "plenitud"; el "reconocimiento" tira la suelo a Colón, empuja al lector definitivamente al "relato", y al mismo tiempo lo induce a trabar contacto entre signo y realidad histórica.

La alegoría del "Árbol de mazaré" aparece por última vez en un único capítulo en el texto de "Vigilia del Almirante", independientemente de que sus atributos se reconozcan en el altar rústico que se prende con la elevación eucarística en el capítulo XLII, o en el capítulo XLIV en los presentes colocados al pie de la "Cruz fundadora que se encuentra en la cima" por la hermosa princesa Anacaona y sus siervas; pero sentimos asimismo la continuación de esa atmósfera y el afianzamiento del significado de los signos ya descifrados en la matanza del Viernes Santo contada en el Cap. XLVIII; ese día es la historia de la Cruz nuevamente denigrada, "castigada por el látigo", ahora entre los marcos de la crucifixión de un continente: el espectáculo del "reyezuelo" (Caonabao) prendido por su propio pueblo y de la princesa victimada (Anacaona) inducen en el Almirante un mal mortal, quien cree solamente en el poder curativo del chamán del santuario de Yucahuguama. Y mientras el jerónimo de Guarionex investiga al chamán, en sus pensamientos busca y encuentra la raíz de la desgracia que pesa sobre ellos el día cuando el Almirante "golpea tres veces el árbol":

"... el descaecimiento que estaba devorando por dentro al Almirante venía de más lejos, desde el día en que él golpeara con su espada la madera del árbol que sostenía la cruz fundadora de Guanahaní. Recuerdo que el contragolpe del hierro hachando el árbol lo derrumbó sin sentido por varias horas. Y ahora a ese mal se le habían sumado los efectos del ataque a traición de su hermano Bartolomé contra el rey del Cibao, su principal aliado. ..." (Cap. XLVIII, págs. 343-344)

De modo que con los latigazos ¿O acaso hay que ir incluso más lejos? y más tarde en el discurso, a nivel de la narración se inicia "algo" en el circuito concéntrico del tiempo, lo que básicamente considerado sigue siendo lo mismo, la cadena continua de los pecados, sólo que siempre con otros rostros. La tensión que llega a su punto culminante en el Cap. XLVIII no puede ser mayor, y espera solución; la prenda para su solución y para la recuperación de Colón es la joven madre india que al enfermo (a Colón), puesto bajo el árbol, alimenta con su leche salvándole la vida:

"... Era una mujer joven, apenas adolescente, llena de vida y vigor. ... El brujo le ordenó que se arrodillara y diera mamar al enfermo. ... La leche se derramó blanquísima sobre la barba. ... Los ojos del almirante se abrieron y se fijaron en los ojos tiernos de la madre indígena. ... La leche continuó derramándose sobre su barba terrosa..." (Cap. XLVIII, pág: 347)

Este cuadro que recuerda a la Caritas Romana con su descripción sencilla y sobria nos crea ya una inusitada imagen primitiva que considerando su sentido da la sensación de que nosotros también podemos vivir nuestra vida en dos planos a la vez: en un plano cósmico y un nivel cotidiano, tal como lo hicieron nuestros antecesores, sólo que sintiendo y pensando en analogías.

En el presente trabajo la alusión que se extiende también al Cap. XLVIII se explica por el hecho de que mientras en el texto completo de la novela la alegoría del Árbol de Mazaré (nivel cósmico) pasa por alto como un arco iris, aunque sin olvidar, los cuatro viajes de Colón, en este capítulo (nivel mítico) en la figura de la madre india se formula la proyección del anterior. (Prueba de ello es que en ambas imágenes se repiten las "palabras claves".) El significado del "cuento" verdadero tramado en torno al "árbol herido" y la "madre india" "herida", o sea, privada de su libertad, es la manifestación del AMOR perseverante; este amor es nuestra raíz común y nuestra tradición, aun cuando esta tradición primitiva se presente en el tiempo y el espacio en tantos matices. De todo esto, en el "nivel de lo cotidiano" resulta obviamente la advertencia que dice: respeta y conoce tu pasado, llénate de él como el árbol vivo de sus raíces para que comprendas el presente, para que multipliques en las raíces del árbol las "flores", con cuya belleza y tesoros se enriquecerá el futuro.



* * *

Así como no puede relatarse la emanación de la música o el "perfume de bálsamo de la flores " de Guanahaní, este trabajo no puede pasar de ser un intento de presentar la novedosa alegoría del ÁRBOL DE LA VIDA de Roa Bastos.

Orden temporal entre "Historia" y "Relato"

El tiempo de la "historia" puede determinarse fácilmente en el Cap. XL: en la víspera de su muerte - 25 de noviembre de 1506 - Colón evoca el 13 de octubre de 1492 cuando llegó a Guanahaní. Su tiempo verbal es el indefinido, salvo una excepción, un pretérito que le asegura al lector que desde el punto de vista narratológico en el "relato" se trata de "anacronías" insertadas en la "retrospección". A fin de que quede claro el orden temporal entre "historia" y "relato" conviene constatar unos segmentos del capítulo de tres páginas diferenciándolos con letras, mientras que el orden sucesivo verdadero de la "historia" se indicará con números:

Según este listado, el orden temporal "historia"-"relato" podría escribirse la siguiente fórmula: A3-B9-C4-D1-E5-F11-G6-H2-I10-J7-K8.

Los 11 segmentos narrativos figuran en 6 posiciones temporales:

Primera posición temporal: Alusión al Piloto; Piloto, muy probablemente el marino Alonso Sánchez de Huelva; entre 1476 y 1477 habría recorrido por aquellos lares a donde llegaría Colón el 13 de octubre de 1492.

Segunda posición temporal: Capitulación 17 de abril, 1492.

Tercera posición temporal: Todo lo que sucede hasta el desembarco y en Guanahan octubre de 1492.

Cuarta posición temporal: En el primer viaje Colón se entera, entre 1492 y 1493, que a la isla los nativos la llaman Guanahaní.

Quinta posición temporal: El único tiempo "presente" en el capítulo que puede datarse en la víspera de la muerte de Colón ("Vigilia"), o sea, el 25 de noviembre de 1506.

Sexta posición temporal: La Casa Fuerte es con seguridad la comunicación del "narrador omnisciente" en tanto se trata de la Casa Fuerte hecha construir el 15 de agosto de 1537 por el capitán Juan de Salazar para la fundación de la ciudad de Asunción.

De lo descrito puede constatarse que los segmentos A3 - C4 - E5 - G6- J7 - K8 se colocan en el mismo plano temporal y se encuentran en una relación de recíproca subordinación.

Las anacronías del capítulo son causadas por los recuerdos que regularmente se alternan y que con respecto al "relato" son prospectivos ("prolepsis") y retrospectivos ("analepsis"):

Nótese que lo importante de los segmentos H2 y I10 radica en que comparado con el tiempo del "relato primero" H2 en tiempo resulta formalmente un retroceso, mientras que I10 un progreso; semánticamente ambos desembocan en el "presente"; este sentimiento de "presente" que dura hasta la muerte ("... presente siempre en mi ánima...") proviene del sentimiento de culpa sentido, en un caso, por la amargura de haber sido embaucado y, en el otro, por el "flagelo".

Re-escribiendo la serie señalando ahora también la orientación de las diferencias temporales podemos deducir lo siguiente:



A3 B9 C4 D1 E5 F11 G6 H2 I10 J7 K8
  P   A   P   A P    




El tiempo del "relato" en el orden de los segmentos
  A B C D E F G H I J K
6.           *          
5.                 *    
4.   *                  
3. *   *   *   *     * *
2.               *      
1.
Tiempo
de la
"historia"
      *              


Puede decirse que debido a los choques de los tiempos falsos que surgen en el "relato" y los tiempos reales de la "historia" el contacto entre la "historia" y el "discurso", alternando regularmente la "analepsis" y la "prolepsis", crea cierto movimiento ondulatorio. 4 de las 5 "desviaciones" son marcadamente portadoras de significado.

El punto más bajo (D1) del movimiento ondulatorio que se ve en la evolución de la estructura temporal del Cap. XL y el punto más alto (F11) de las crestas queda dividio uno de otro solamente por el "desembarco" en el nivel del "relato primero". Esta progresión accidentada nos hace deducir que ambos segmentos mencionados son el "juicio" del narrador, fuera de los acontecimientos pero siempre omnipresente, en dos oportunidades: primero cuando quiere hacer justicia y como si quisiera reanimar el recuerdo del casi totalmente olvidado Piloto; en el otro caso, la mención de un nombre, el de la Casa Fuerte - que, dicho sea de paso, se encuentra en el corazón del continente latinoamericano, en el Paraguay - simboliza a todo un continente. Aunque, como se sabe de la historia, entre los recuerdos de Colón el segmento D1 juega un rol muy importante, puesto que las pautas del Piloto le ayudan en los trances del Mar Tenebroso, sin embargo este único nombre no le pertenece ni al narrador, ni a Colón, y resbala en el globo del "tiempo esférico" como los colores que se confunden en la pompa de jabón.

Es mucho más clara la posibilidad de interpretación de los segmentos H2 e I10, que comprenden los recuerdos más saltantes del destino personal de Colón, las reminiscencias para él más dolorosas. Frente a esta "oscilación", el "Árbol de mazaré" del "relato", plantado en forma novedosa ante nosotros, significa el tiempo llano, el fondo semánticamente intemporal.

En las rupturas del tiempo del "relato" figura solamente una palabra clave para cada una, raras veces una oración, sin entrar en más detalles; su característica es la "elipsis" que linda en penumbra; el "silencio" se inserta imperceptiblemente en el contexto de la misma manera como para evocar nuestros recuerdos basta una sola palabra.

Conduce a resultados interesantes fijarse en la evolución de las rupturas temporales del texto con respecto al "alcance" y "amplitud" de las "rupturas" y luego cotejarlo con la amplitud que se abre desde el "relato":

    "alcance" : unos meses
B9                          en el "relato": 1 oración
    "amplitud": minutos
    "alcance" : 16 años
D1                          en el "relato": 2 oración
    "amplitud": unas horas
    "alcance" : 45 años
F11                         en el "relato": ½ oración
    "amplitud": meses
    "alcance" : ni ½ año
H2                          en el "relato": 1 oración
    "amplitud": unas horas
    "alcance" : 14 años
I10                         en el "relato": 2 oración
    "amplitud": ¿minutos?

Orden ocupado en el "relato"


  A B C D E F G H I J K
6.       o   *     o    
5.                 *    
4.   *
o
                 
3. *   *   *   *     * *
2.           o   *      
1.       *              
Cuadro conjunto de las relaciones temporales
entre la "historia" y el "relato" y de
"su tiempo" ocupado en el "relato".


La frialdad de los análisis narratológicos, que rozan ya los límites de la "irreverencia" aquí nos conducen a un sorprendente reconocimiento: señalando en un cuadro de movimiento ondulatorio la relación temporal entre "relato" e "historia" y el tiempo reservado en el "relato" - tomando como unidad la oración - constatamos que los segmentos B9 - D1 - F11 - H2 - I10 se desplazan por la ondulación y a resultas de la interferencia se forman las imágenes de los puntos anteriores: B9' - D1' - F11' - H2' - I10'. Los puntos aparecidos B9', D1', etc. están en proporción inversa - según su tiempo reservado en el texto - a los segmentos B9, D1, etc. En la curva temporal anterior, en la única cresta ondulatoria, aparece el continente, o la Casa Fuerte que simboliza su toma de posesión (F11); en el oleaje de este último se encuentra el "futuro" marcado con el nombre del Piloto (D1), pero que en realidad se ve en el espejo incrustado en el cerebro del "pájaro sagrado", y el remordimiento eternamente perpetuado en el presente por el peso de la profecía cumplida.



[1] La versión en húngaro, Embernek fia, fue traducida por Éva Tóth, Ed. Magvetõ, Budapest 1975. 375 p.
[2] Obra citada, pág. 372.



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